No cometerás adulterio



"No cometerás adulterio" (Ex 20, 14; Dt 5, 17).
"Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón"
(Mt 5, 27-28).

" Lirio de la virtud y la castidad, que hace a los hombres semejantes a los ángeles. Nada es bello si carece de pureza, y la pureza de los hombres se llama castidad. Esta virtud recibe asimismo el nombre de honestidad, y el practicarla, honor" San Francisco de Sales

1.- La sexualidad en el Plan de Dios
Dios ha dotado al hombre con el don de la Sexualidad. Por medio de este don, habiendo sido creado a Imagen y Semejanza de Dios, el hombre es partícipe de la labor creadora. Esto refleja el designio amoroso de Dios: la transmisión de la vida en un acto de amor y entrega.
2331 ‘Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen... Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación, y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión’ (FC 11).
‘Dios creó el hombre a imagen suya... hombre y mujer los creó’ (Gn 1, 27). ‘Creced y multiplicaos’ (Gn 1, 28); ‘el día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y hembra, los bendijo, y los llamó ‘Hombre’ en el día de su creación’ (Gn 5, 1-2).

Dios ha querido compartir su labor creadora con el ser humano. El hombre, salvo casos de enfermedad o nacimiento, tiene inscrita en su naturaleza humana la capacidad de transmitir la vida, para la natural propagación de género humano. Dios ha dispuesto que la transmisión de la vida sea mediante el Sacramento del Matrimonio; así, ha querido que en su ser biológico, en su ser material, quede constancia de ello.

Una persona que se haga así misma eunuca por el Reino de los Cielos (Mt 19, 12) seguirá teniendo en su persona esa capacidad, con independencia de su voluntad del celibato por amor a Dios. Esta vocación no se extiende a todas las personas. San Pablo nos dirá:
1 Corintios 7, 7-9: Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra. No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse


El celibato es una vocación dada por Dios.

Tampoco puede el hombre no puede elegir a su propio criterio qué hacer con esa capacidad, siendo inmoral tratarse de tal modo que sea estéril, puesto que antepone su voluntad a la Voluntad de Dios. Dios es dueño de la creación, y por tanto, de nuestro ser, corporal y espiritual.

2.- La integridad de la persona y Castidad
Las dos realidades del hombre, la corpórea y la espiritual, no pueden separarse ni dividirse:
2332 La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro.
2333 Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos.

La Castidad juega un papel muy importante en la vida humana, puesto que:
2337 La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer.

La Castidad es una virtud por la cual todo Bautizado debe luchar. Implica el aprendizaje del dominio de sí. Es una labor constante, puesto que no se obtiene de una vez y para siempre. El hombre así se libera de la esclavitud de las pasiones.
2341 La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana.


Ya que la Castidad es un continuo aprendizaje, el esfuerzo por lograr puede verse afectada por la imperfección o el pecado. Es, también, un esfuerzo social y cultural, puesto que las personas no viven aisladas. La salvación ha sido considerada siempre como una realidad comunitaria (Carta Encíclica “Spe Salvi”, 14).

El Sexto Mandamiento, como lo ha entendido la Tradición de la Iglesia, abarca en su totalidad la sexualidad humana.

3.- Respeto del donde sí

Es así que el hombre no debe despreciar su naturaleza corporal, querida por Dios, por medio de la cual manifiesta esa capacidad de amar y ser capaces de Dios.
En los inicios del Cristianismo surgió una herejía conocida como Encratismo, que despreciaba la parte corpórea del hombre, ya que su idea deriva del concepto neoplatónico y gnóstico de la materia como principio del mal.
2346 La caridad es la forma de todas las virtudes. Bajo su influencia, la castidad aparece como una escuela de donación de la persona. El dominio de sí está ordenado al don de sí mismo. La castidad conduce al que la practica a ser ante el prójimo un testigo de la fidelidad y de la ternura de Dios.

4.- Regímenes de la Castidad

¿Queda a criterio del hombre cómo vivir su sexualidad? La Ley Natural, inscrita en el corazón del hombre, rige la conducta en el ejercicio de la sexualidad. Siendo la Ley Natural de la siguiente manera:
1954. El hombre participa de la sabiduría y la bondad del Creador que le confiere el dominio de sus actos y la capacidad de gobernarse con miras a la verdad y al bien. La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira:
La ley natural está inscrita y grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres porque es la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe pecar... Pero esta prescripción de la razón humana no podría tener fuerza de ley si no fuese la voz y el intérprete de una razón más alta a la que nuestro espíritu y nuestra libertad deben estar sometidos. (León XIII, enc. "Libertas praestantissimum").

Como se ha mencionado, es un deber de todo bautizado:
2348 Todo bautizado es llamado a la castidad. El cristiano se ha ‘revestido de Cristo’ (Ga 3, 27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad.

Cada persona vive la Castidad según su condición: las personas consagradas a Dios la viven por medio del celibato. Las personas solteras la viven en la abstinencia y los casados en la vida conyugal. Hay que hacer notar que la Castidad no se enfoca únicamente en los actos corporales. Dado que abarca la totalidad de la persona, la Castidad rige todas las acciones de la persona: modera sus deseos y rechaza todo aquello que se oponga a la Ley Natural. Es algo que se vive en todos los aspectos de la vida humana. Es así que la Iglesia también se pronuncia a las parejas en su camino de conocimiento:
2350 Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad.

5.- Ofensas a la Castidad
1 Corintios 6, 15-20: ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él. ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo.

El Catecismo de la Iglesia Católica enumera las siguientes faltas a la Castidad:
La Lujuria: que es un deseo o un goce desordenados del placer venéreo. El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de unión.
La Masturbación: que es la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo. El goce sexual es buscado por sí mismo, y es moralmente ilícito. Constituye un abuso en la capacidad dada en el hombre. Debe tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que reducen, e incluso anulan la culpabilidad moral.
La Fornicación: que es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio.
La Pornografía: que es dar a conocer actos sexuales, reales o simulados, fuera de la intimidad de los protagonistas, exhibiéndolos ante terceras personas de manera deliberada. Ofende la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella.
La Prostitución: que atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye, puesto que queda reducida al placer venéreo que se saca de ella. Es siempre gravemente pecaminoso dedicarse a la prostitución, pero la miseria, el chantaje, y la presión social pueden atenuar la imputabilidad de la falta.
La Violación: que es forzar o agredir con violencia la intimidad sexual de una persona. Atenta contra la justicia y la caridad. La violación lesiona profundamente el derecho de cada uno al respeto, a la libertad, a la integridad física y moral. Más grave todavía es la violación cometida por parte de los padres o de educadores con los niños que les están confiados.

No pocos se preguntan cuál es la situación de una persona con tendencias homosexuales. La Iglesia recibe a sus hijos siempre de manera amorosa, y como Madre comprende que una persona en esa situación enfrenta un reto particular muy grande. Los actos homosexuales serán siempre contrarios a la Ley Natural, así como el afecto de pareja entre dos personas del mismo sexo es un afecto no recto, puesto que va contra su dignidad y su realidad sexual, misma que debe aceptar.

La Iglesia comprende esto y los trata con compasión, amor y respeto. Se debe evitar la discriminación. Como todos, están llamados a cumplir la voluntad de Dios, pudiendo unir sus sufrimientos a la Cruz de Cristo (Lc 9, 23).

6.- La vida conyugal: unión y transmisión de la vida
El deber de transmitir la vida ha sido siempre para los esposos, colaboradores libres y responsables de Dios Creador” (Encíclica Humanae Vitae, 1).
1601 "La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados" ( CIC, can. 1055,1)

El Matrimonio contempla dos fines inseparables e insustituibles: la unión y la procreación.

Al ser el hombre imagen y semejanza de Dios, está en su naturaleza el amar. En el estado de Matrimonio, los cónyuges se entregan mutuamente, es una donación de toda la eprsona (cuerpo y espíritu) para formar los dos una sola carne (Gn 2, 24). La vida conyugal se constituye para el bien de los esposos, y es ahí donde se consuma el Sacramento mismo.
2361 ‘La sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan el uno al otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte’ (FC 11).

Esta entrega debe verse siempre como tal, sin buscar egoístamente el propio placer y satisfacción:
Tobías 8, 4-9: Tobías se levantó del lecho y dijo a Sara: ‘Levántate, hermana, y oremos y pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve’. Ella se levantó y empezaron a suplicar y a pedir el poder quedar a salvo. Comenzó él diciendo: ‘¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres... tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y ayuda, y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: «no es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a él». Yo no tomo a ésta mi hermana con deseo impuro, mas con recta intención. Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra ancianidad’. Y dijeron a coro: ‘Amén, amén’. Y se acostaron para pasar la noche

El amor entre los esposos establecerá un lazo, la fidelidad, misma que prometen ante el Altar, teniendo una unión bendecida por el Creador que así ha dispuesto la vida humana.
2365 La fidelidad expresa la constancia en el mantenimiento de la palabra dada. Dios es fiel. El sacramento del Matrimonio hace entrar al hombre y la mujer en el misterio de la fidelidad de Cristo para con su Iglesia. Por la castidad conyugal dan testimonio de este misterio ante el mundo.
San Juan Crisóstomo sugiere a los jóvenes esposos hacer este razonamiento a sus esposas: ‘Te he tomado en mis brazos, te amo y te prefiero a mi vida. Porque la vida presente no es nada, mi deseo más ardiente es pasarla contigo de tal manera que estemos seguros de no estar separados en la vida que nos está reservada... pongo tu amor por encima de todo, y nada me será más penoso que no tener los mismos pensamientos que tú tienes’ (hom. in Eph. 20, 8).

La Procreación es la consecuancia de esa entrega total, de un amor que no es egoísta y que no se reserva nada, manifestando así el deseo de los esposos de cumplir la Voluntad de Dios.
2366 La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento. Por eso la Iglesia, que ‘está en favor de la vida’ (FC 30), enseña que todo ‘acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida’ (HV 11). ‘Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador’ (HV 12; cf Pío XI, enc. "Casti connubii").

Así:
2369 ‘Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad’ (HV 12).

7.- Ofensas a la vida conyugal

El Adulterio:
2381 El adulterio es una injusticia. El que lo comete falta a sus compromisos. Lesiona el signo de la Alianza que es el vínculo matrimonial. Quebranta el derecho del otro cónyuge y atenta contra la institución del matrimonio, violando el contrato que le da origen. Compromete el bien de la generación humana y de los hijos, que necesitan la unión estable de los padres.


El divorcio atenta contra la intención original del Creador que quería un matrimonio indisoluble (Mt 5, 31-32; 19, 3-9; Mc 10, 9; Lc 16, 18; 1 Co 7, 10-11). El Matrimonio que ha sido consumado es ya totalmente indisoluble. L que Dios ha unido, no lo sepre el hombre.
Sin embargo, dado algunas circunstancias, hay que contemplar lo siguiente:
2383 La separación [física] de los esposos con permanencia del vínculo matrimonial puede ser legítima en ciertos casos previstos por el Derecho Canónico (CIC can. 1151-1155).
Si el divorcio civil representa la única manera posible de asegurar ciertos derechos legítimos, el cuidado de los hijos o la defensa del patrimonio, puede ser tolerado sin constituir una falta moral.

Si hay divorcio, y uno de los cónyuges se une a otra persona, comete adulterio.
Mateo 5, 32: Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.

La unión libre presenta una situación en la que las personas cohabitan, cometiendo fornicación. Por lo tanto es una práctica inmoral, que constituye pecado grave. La poligamia también atenta contra el designio original de Dios.

Cualquier acto u omisión que lesione o impida los dos fines del Matrimonio es moralmente ilícito y contrario al Sacramento, así como a la dignidad y bien de los esposos. Constituyen una forma ilícita de la regulación de la natalidad por medio de anticonceptivos:
Carta Encíclica Humana Vitae, 14: En conformidad con estos principios fundamentales de la visión humana y cristiana del matrimonio, debemos una vez más declarar que hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas.
Hay que excluir igualmente, como el Magisterio de la Iglesia ha declarado muchas veces, la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer; queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación.

La Iglesia considera como recurso lícito de regulación de la natalidad, cuando hay causas graves (como pobreza extrema), los métodos que hacen uso de los períodos infecundos en la mujer.

El uso de los anticonceptivos también supone un riesgo para la dignidad de las personas y la esencia misma del amor conyugal:
Carta Encíclica Humana Vitae, 17: Los hombres rectos podrán convencerse todavía de la consistencia de la doctrina de la Iglesia en este campo si reflexionan sobre las consecuencias de los métodos de la regulación artificial de la natalidad. Consideren, antes que nada, el camino fácil y amplio que se abriría a la infidelidad conyugal y a la degradación general de la moralidad. No se necesita mucha experiencia para conocer la debilidad humana y para comprender que los hombres, especialmente los jóvenes, tan vulnerables en este punto tienen necesidad de aliento para ser fieles a la ley moral y no se les debe ofrecer cualquier medio fácil para burlar su observancia.
Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoístico y no como a compañera, respetada y amada.

Todo acto dentro de la relación conyugal que impida directamente la procreación, consumado el acto, también es considerado como intínsicamente inmoral, así, la práctica conocida como coitus interruptus o el sexo por vía anal, que impide a la fecundidad llegando exclusivamente a la obtención del placer sexual. Todo acto debe quedar abierto a la vida.
2377 Practicadas dentro de la pareja, estas técnicas [inseminación y fecundación artificiales homólogas] son quizá menos perjudiciales, pero no dejan de ser moralmente reprobables. Disocian el acto sexual del acto procreador. El acto fundador de la existencia del hijo ya no es un acto por el que dos personas se dan una a otra, sino que ‘confía la vida y la identidad del embrión al poder de los médicos y de los biólogos, e instaura un dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana. Una tal relación de dominio es en sí contraria a la dignidad e igualdad que debe ser común a padres e hijos’ (cf CDF, instr. "Donum vitae" 82). ‘La procreación queda privada de su perfección propia, desde el punto de vista moral, cuando no es querida como el fruto del acto conyugal, es decir, del gesto específico de la unión de los esposos... solamente el respeto de la conexión existente entre los significados del acto conyugal y el respeto de la unidad del ser humano, consiente una procreación conforme con la dignidad de la persona’ (CDF, instr. "Donum vitae" 2, 4).

No constituye ninguna falta moral la situación de esterilidad involuntaria de alguno de los esposos, aunque si uno es conciente de ello en su persona, y lo oculta a su pareja, constituye una causa de nulidad matrimonial (el Matrimonio nunca se consumó). Los esposos, en esta situación, puedne contribuir grandemente al bien de la humanidad:
2379 El Evangelio enseña que la esterilidad física no es un mal absoluto. Los esposos que, tras haber agotado los recursos legítimos de la medicina, sufren por la esterilidad, deben asociarse a la Cruz del Señor, fuente de toda fecundidad espiritual. Pueden manifestar su generosidad adoptando niños abandonados o realizando servicios abnegados en beneficio del prójimo.

Así, los esposos son fecundos en el amor al prójimo.

Constituye también una falta cuando el cónyuge ve a su pareja como medio de obtención de placer, lesionando el fin unitivo.

Los hijos no son un derecho de los esposos sino un don de Dios. El hijo sí tiene derechos, como lo es nacer fruto del amor de sus padres.

Paz y Bien
Elaborado por: Abraham Eliseo Cruz Herrera

Fuentes:
- Catecismo de la Iglesia Católica.
- Carta Encíclica “Humanae Vitae”.
- Carta Encíclica “Spe Salvi”.